Hoy recuerdo esta canción: “Despídete, es el momento de decir adiós, recuerda que, los que se quedan no lo pasarán mejor y te das cuenta que es más fácil esperar, que aguardar el camino que más tarde nos va a separar”...
Duele, duele decir adiós aunque sea por unos días, duele y mucho.
No existe nada en este mundo que me duela más que decir “adiós”. No deberían existir este tipo de sucesos, crean un ambiente turbio, angustiante, deprimente.
Después de decir “adiós”, y al volver a casa, te das cuenta de la inmensidad del silencio que te acompaña, del gran espacio que queda vacío, de lo desesperante que es no saber qué hacer.
Los días se vuelven lentos, largos, inquietantes... Los días no avanzan como antes, se quedan y pareciera que el tiempo se burla de ti, recordándote día y noche que no está, que se fue, y quizás algún día volverá.
Me dijeron que es mejor olvidar el “adiós” y pensar en el “reencuentro”, que todo será mejor, que todo volverá a brillar... pero no puedo, me cuesta, quedo impregnada con el sabor amargo de la partida, y no logro avanzar.
Quietamente espero, espero en el tiempo, dejando que por unos instantes se burle de mí, en algún momento volverá, ¿cuándo? no sé... pero volverá, como la primavera que se demora en aparecer después de un frío invierno pero aparece y nos llena de felicidad.
Solo espero, espero sentada en el tiempo.