"Los puntos sobre las erres"

Hoy recuerdo esta canción: “Despídete, es el momento de decir adiós, recuerda que, los que se quedan no lo pasarán mejor y te das cuenta que es más fácil esperar, que aguardar el camino que más tarde nos va a separar”...

Duele, duele decir adiós aunque sea por unos días, duele y mucho.

No existe nada en este mundo que me duela más que decir “adiós”. No deberían existir este tipo de sucesos, crean un ambiente turbio, angustiante, deprimente.

Después de decir “adiós”, y al volver a casa, te das cuenta de la inmensidad del silencio que te acompaña, del gran espacio que queda vacío, de lo desesperante que es no saber qué hacer.

Los días se vuelven lentos, largos, inquietantes... Los días no avanzan como antes, se quedan y pareciera que el tiempo se burla de ti, recordándote día y noche que no está, que se fue, y quizás algún día volverá.

Me dijeron que es mejor olvidar el “adiós” y pensar en el “reencuentro”, que todo será mejor, que todo volverá a brillar... pero no puedo, me cuesta, quedo impregnada con el sabor amargo de la partida, y no logro avanzar.

Quietamente espero, espero en el tiempo, dejando que por unos instantes se burle de mí, en algún momento volverá, ¿cuándo? no sé... pero volverá, como la primavera que se demora en aparecer después de un frío invierno pero aparece y nos llena de felicidad.

Solo espero, espero sentada en el tiempo.

A veces me pregunto “por qué” los humanos precisamos del “estrés” para poder sobrevivir e intentar ser mejores.

Si no hay alguien encima de nosotros exigiéndonos el máximo día a día probablemente fracasemos del todo, y en todo aspecto.

Hoy una de las profesoras de mi facultad hablaba que somos “hijos del rigor”, y estoy completamente de acuerdo. En todo ámbito necesitamos sentir esa presión para poder conscientemente hacer bien las cosas.

Con respecto al estudio pasa a diario. Están aquellos profesores que te embolan la cabeza con trabajos prácticos y exámenes formativos cada semana, pero que si no fuera por eso no llevaríamos las materias (ramos) al día, y al momento de enfrentarnos al parcial (examen) nos encontraríamos con el sentimiento de: “ok. no sé nada”.

O bien por otro lado, están aquellos profesores que sólo se preocupan de dar sus clases y ya. Y como alumnos no le damos la suficiente importancia, hasta el día del examen en que nos matan con preguntas que jamás pensamos que eran de importancia.

En el ámbito laboral también ocurre. Si no hay algo en nuestra vida que nos motive, haga movernos, avanzar, estaríamos atascados en un pozo, “durmiendo en los laureles”, mirando cómo los demás hacen algo por sus vidas. Y otra vez volvemos al tema de la mediocridad. El no tener “un poco de estrés” en nuestras vidas nos hace personas mediocres, anestesiadas, aburridas. Necesitamos acción para poder actuar.

Entonces, hoy quiero decir: “Estrés ven a mí y hazme una persona mejor”, acepto el desafío. Soy una hija del rigor.

Quizás podría estar hablando horas de aquellas cosas que alguna vez “pudieron ser” en mi vida, pero que debido a diversas circunstancias no fueron ni serán jamás. Aquellas cosas que fueron abandonadas en el camino, las que nunca fueron recogidas y tuvieron su oportunidad, las que desaparecieron abruptamente de mi vista, las que fueron arrebatadas, frustradas, mágicas, momentáneas, duraderas, las sencillas y complicadas, las secretas, las que debieron ser olvidadas en el recuerdo, y las que permanecieron hasta hoy.

Todo lo que ha pasado en (y por) mi vida ha tenido un significado que ha marcado cada segundo hasta este día. Certeramente afirmo que nada ha sido producto de la casualidad, todo fue planeado detalladamente y seguirá siendo así.

Sentimientos, decisiones, momentos, no me arrepiento de casi nada, de casi nada, de casi nada.

El tiempo ha pasado sobre mi y a mi lado, ha desgastado algunas “ganas”, algunos “sueños”, pero disfruto todo cuanto tengo, todo cuanto soy... y así será hasta el resto de mis días, hasta que directamente me digan si estuvo bien o mal lo que hice o no hice, lo que pudo ser y no fue, y no será jamás.

Intentando encontrar un significado contundente a dicho tema me topé con esto: “Atributo de los pusilánimes (“El que no tiene valor para enfrentarse a las dificultades o para defender sus ideas”) que no aspiran ni remotamente a ser los mejores en su medio”. “Los mediocres son como los cobardes, siempre encuentran pretextos para evadir sus responsabilidades” (Significado extraído de “Log itácora”).

Estoy de acuerdo que esta palabra hoy en día está en boga, y no porque tenga buena aceptación, más bien, porque somos personas que nos acostumbramos a quedarnos en un solo lugar, donde nos sentimos cómodos, con lo poco que tenemos, y lo acostumbrados que estamos.

Hoy se ha perdido la iniciativa de optar por mejorar, en lo que sea que estés pensando en este momento (nivel escolar, universitario, trabajo, familia, etc.), todos estamos estancados en el mismo lugar, y como los cobardes, siempre buscamos pretextos para evadir nuestras responsabilidades.

La comodidad nos ha entregado la anestesia de la mediocridad, donde existen momentos de lucidez en el cual nos percatamos que no estamos haciendo nada por ser mejores, nos sentimos mal por unos instantes, pero la vida va tan rápido, tan acelerada, que prontamente nos olvidamos del “cargo de conciencia” y volvemos a nuestra cómoda rutina normal.

Que nos digan la verdad duele, pero es así, somos los seres vivos más mediocres de la naturaleza, somos capaces de quedarnos sentados observando cómo “algunos pocos” llegan tan alto, tan lejos, y ahí volvemos a nuestro momento de “lucidez temporaria”, donde no encontramos mejor idea que utilizar “pretextos” sobre nuestro estado: no tengo dinero, no soy lo suficientemente inteligente, no tengo tiempo, mi familia no me exige mucho, etc. No está en las manos de nadie más que nosotros mismos el “querer avanzar”, el “querer ser mejor”, en el ámbito que sea en el que te estés moviendo. No debemos permitir que la comodidad nos anestesie con mediocridad, tenemos todos los recursos ante nuestros ojos, hoy valdrá ese esfuerzo para un futuro no lejano, así podremos ofrecerle a nuestra familia, a nuestro entorno, y sobre todo a nosotros mismos una vida más plena, más satisfactoria y más emocionante.